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martes, 22 de mayo de 2012

Capítulo 10: "Soy el malo de la película"




Esa música me definía. Era todo mi espíritu. Incluso antes de nacer, esa música ya sonaba en mis oídos, en mi diminuto cerebro.
Le di otra vez a replay. Ya la había escuchado cinco veces seguidas, pero jamás me cansaría.
Abrí mi libreta. No quería llamarlo diario. Era simplemente mi libreta.
Miré lo que había escrito los últimos días. No quería decirle a nadie más lo de mi supuesta amnesia. No quería preocupar a nadie.
Encontré algo muy interesante, días atrás:
Hoy me he encontrado con un tal Blake, un tanto oscuro, a decir verdad. Lo he visto en la parada de bus. Sí, de acuerdo, tiene unos ojos azules increíbles, pero su sonrisa es siniestra. Espero no volvérmelo a encontrar. Es el típico tío que atrae demasiados problemas.
Eso no era todo. Lo último que había escrito era de ayer:
Me he despertado en un banco del bus. No recuerdo nada. Bueno, sí; una sonrisa oscura, debajo de una luz eléctrica. Nada más. Es muy extraño. 
Eso era todo lo interesante que ponía en la libreta. En los demás días no ponía nada digno de mención que me indicara exactamente qué había pasado para producirme amnesia.
Cerré la libreta, enfadada. Quería saber exactamente qué pasaba. Sospechaba que todo eso tenía algo que ver con ese Blake, ya que mi vida había dado un giro desde que me lo había encontrado en aquella parada, como decía mi libreta.
Metí la libreta en mi bolso y salí fuera. Necesitaba despejarme.
En cuanto salí de la puerta principal de mi bloque de pisos, distinguí una figura oscura apoyada en la pared.
El miedo atenazó mi mente. Debía ser él.
Quise girarme para volver a entrar, pero no podía moverme. No de miedo. Estaba paralizada, literalmente. Quise gritar, pero no moví ni los labios.
Vi cómo la figura se acercaba a mí, hasta que pude distinguirlo bien. Un chico, algo mayor que yo. Unos ojos como el hielo, e igual de fríos e inhóspitos. Se me quedó mirando un momento, hasta que dijo:
-Lo siento. No quería paralizarte, pero no me dejas opción. Si no, tendría el riesgo de que te fueras corriendo, y necesito hablar contigo.
No dije nada. Más que nada, porque no podía.
-Mira: no intentes encontrarme. No puedes. Hago todo esto por tu bien, ¿entiendes? Si no, te matarían. Y te prometo que eso no va a ocurrir. Aunque tenga que enviarte a la otra punta del universo, lo más lejos de mí.-tragó saliva. Creí ver una sombra de dolor en sus ojos, pero desapareció demasiado rápido como para confirmarlo.
No entendía nada. ¿Matarme? ¿Quién? ¿Y quién...qué era él? ¿Cómo es que no podía moverme ni un centímetro?
-Seguramente te estarás preguntando qué es todo esto. Simplemente, dé gracias por no recordar nada. Sé que piensas que quiero hacerte daño, pero es todo lo contrario. Si te visito de vez en cuando, es porque no soporto alejarme mucho de ti. Debo protegerte.-se pasó una mano por el pelo oscuro, visiblemente inquieto. No paraba de mirar a un lado y otro de la calle.
Con toda mi fuerza de voluntad, conseguí mover un milímetro de mi mano. Poco a poco, me fui deshaciendo de la parálisis.
Él no se dio cuenta hasta que le pegué el puñetazo. O eso intenté. Rápidamente, cogió mi puño, a milímetros de su cara, y lo apartó de un gesto brusco.
No parecía sorprendido de ver que podía moverme de nuevo.
-¿Quién eres? ¿Por qué me persigues? ¿PUEDES EXPLICARME TODO ESTO?-grité.
El ansia de saber qué pasaba ahogó mi sentido común, que pedía gritos salir corriendo.
Él se quedó impasible.
-De querer explicártelo, quiero. Pero no puedo. ¿Puedes confiar en mí de una vez y aceptar que lo que intento es ayudarte?-replicó.
-Pues si de verdad quieres ayudarme, ¡EXPLÍCAME QUÉ PASA!-y rompí a llorar.
Hay ciertos momentos de una historia en que siempre recuerdas. Momentos que no parecen importantes en un principio, momentos que piensas que sabes qué pasará después. Pero te equivocas. Pasa justo lo contrario de lo que pensabas. Por eso son los mejores momentos de una historia. Por eso son los momentos que siempre recuerdas, pase lo que pase.
Eso fue lo que pasó.
Lo recordé.
Recordé esos ojos azules, pero era en otra parte. Casi parecía otra vida. Esos ojos me sonreían, me decían que siempre estarían allí.
Y sentí eso tan extraño que siempre llevaba en el corazón, como una carga que te acabas de dar cuenta que llevabas.
-Tú...yo...-balbuceé.
Él había levantado los brazos, en además de un abrazo, pero los dejó caer pesadamente.
-Yo...te recuerdo-dije.
Asintió, con pesar.
-Tenía miedo de esto. De que fueras más fuerte que un simple truco en la mente.
Las imágenes desfilaban en mi mente.
Y él estaba por todas partes.
Blake.
-¿Qué...?-empecé. Carraspeé- ¿Por qué?
-Te iban a matar sino. Era lo único que podía hacer.
-¿Por qué has vuelto?
Me miró, serio.
-Te echaba de menos.
Las lágrimas no paraban de caer por mis mejillas.
A ver.
Sé que os estáis preguntando qué estaba pasando exactamente.
Lo que pasaba era esto: en un pasado, Blake y yo habíamos estado juntos. Lo siguiente que recuerdo, es una gran sombra, y de repente Blake ya no estaba en mi vida.
Suspiré, confusa, y sacudí la cabeza. ¿Qué se supone que tiene que sentir una cuando acaba de recordarse de su ex novio y que una lo tiene delante?
Así que entré en mi casa, y en cuanto estuve en mi piso, cerré las puertas y las ventanas. Mi madre había salido a comprar, y no volvería hasta más tarde.
Me moría de ganas de llamar a Kate o a Natalia, pero sabía que no podía hacerlo. Eso era algo entre él y yo.
-Sabes que no puedes escapar de mí tan fácilmente.-oí una voz suave detrás de mí.
Me giré.
Cómo no.
Blake.
-¿Sabes qué? No me acuerdo demasiado de ti, pero estoy segura de que no eres una buena compañía precisamente. Así que haz el favor de irte-espeté.
Me acarició la mejilla, y me puso el pelo detrás de las orejas. Sostuve su mirada, desafiante.
-Estábamos tan bien juntos... qué lástima...-dijo.
-Me da igual. Vete.
-En el fondo no quieres que me vaya.
-En el fondo quizá quiero pegarte.
-Quizá. Pero va, inténtalo.
Intenté darle una bofetada, pero la esquivó.
-Muy lenta-dijo, con una sonrisa maliciosa en los labios.
Estábamos cerca. Peligrosamente cerca. Notaba su aliento en mi mejilla, pero no osé moverme. No quería que me viera como una cobarde.
-Te odio-conseguí decir, pero con un tono vacilante en la voz. Eso me enfureció.
-Qué más quisieras.
-¿Y qué quieres tú?-pregunté, para cambiar de tema.
Noté su sonrisa maliciosa.
-Que logres recordar. Volver a empezar. Ser...normal.-respondió, seguro de sí mismo.
-¿Normal? ¿Acaso no lo eres?
Se rió de una forma siniestra que no me gustó nada.
-No.
-¿Entonces?
-¿Sabes la historia de la guerra que hay entre los demonios y los ángeles?-preguntó.
-Eh... sí. Pero eso no existe. ¿A qué viene eso ahora?-repliqué.
Se apartó un poco de mí, y me miró a los ojos, muy serio. Sus ojos azules tenían una mezcla de resignación y una tristeza tan inmensa, que tuve que reprimir las lágrimas.
-Soy el malo de la película. Lo que tú llamarías "demonio."
___________________________
Vale. Este es el peor capitulo de todos. Parece una auténtica porquería, en comparación con los capis de Mel y Laila. PERDÓOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOON. Es que tengo muchísimas cosas que hacer, ya que nos dijeron que si sacábamos más de un 7 en nota y actitud de una asignatura de este trimestre, no haríamos trimestral. Así que todo el mundo se lo está currando para no hacerlos. Por favor, no me colguéis de un árbol por este abominable capítulo :)
dewww ^^







domingo, 13 de mayo de 2012

Capítulo 9: "Que existes."



Natalia

Enjugué mis ojos llenos de lágrimas y sequé las que rodaban por mis mejillas. Y fue ahí, justo ahí donde coloqué los pies en la tierra porque realmente yo estaba en las nubes. De esa noche lo único que me llevé fue un mal recuerdo y una lección: nunca volvería a dirigirle la palabra a Carlo. Las cosas tenían que cambiar. No derramaría ni una sola lágrima más por él.

Desperté gracias a los rayitos de sol que se colaban por las rendijas de la vieja persiana. Me vestí rápidamente y, con el corazón hecho pedazos,  bajé al parque y me senté en uno de los bancos. Apenas pasaron diez minutos alguien me tapó los ojos.
-¿Cómo está la chica más sexy del mundo?-dijo alguien desde atrás.
-Hecha una mierda.
Mikel, mi mejor amigo, se puso delante y me abrazó fuerte.
-¿Qué es lo que te pasa?
-Déjalo… no es importante. Ya se me pasa. –dije quitándole importancia. De ninguna manera quería que me viese jodida por un tío, ya que siempre había mantenido frente a él una fachada fuerte en esos temas.
-¿Seguro que no me lo quieres contar?
-Seguro.
-Vale, pero si necesitas hablar con alguien, sabes que estoy aquí para lo que sea.
-Gracias feo.
-De nada preciosa. Oye, esta noche hemos quedado todos en la playa, ¿vienes?
-¿Quién va?
-Supongo que Kate, Uri, Daniel, Grace, Carlo y los demás…
-Entonces no voy.
-¿Por qué?
-Por nada. Olvídame. Olvida esta conversación. –dije, y me fui corriendo. Lo que menos quería en ese momento era contárselo. Oí unos pasos que me seguían y en cuestión de segundos ya me tenía cogida por la cintura.
-No puedo olvidarlo.
-¿Por qué?
Mikel se revolvió el cabello como hacía siempre que se ponía nervioso y me miró a los ojos.
-Porque es imposible olvidar un solo segundo a tu lado.
Y ahí es donde todo mi mundo se puso patas arriba, donde todo perdió sentido. Mikel me miraba sonrojado y nervioso. Yo solo podía repetir una y otra vez aquella frase en mi cabeza.
-Como tampoco puedo olvidar tu olor, tu risa, tus enfados… Nat, no me pidas que te olvide porque no puedo.
Esperó a que dijera algo pero yo estaba inmóvil. No entendía nada. Luego se volvió y echó a correr. Rápidamente salí tras él.
-¡Mikel! ¡Mikel espera!
Me oyó, paró y se giró.
-No quiero que me olvides.
-Nunca lo voy a hacer.
Abrió sus brazos y me refugié en ellos como miles de veces había hecho.
Esta fue la primera de muchas conversaciones cursis de nuestra vida. Nunca ninguno de nosotros habíamos destapado lo que sentíamos, siempre habíamos guardado nuestros sentimientos muy adentro. ¿Por qué? Supongo que por miedo.
Me miró a los ojos. Hacía mucho tiempo que no me miraba de esa manera, esa mirada tan suya, tan dulce, tan sincera…
-¿Sabes? Me encanta abrazarte.
-¿A qué esperas entonces?
Me cogió y me empezó a dar vueltas. Estaba comenzando el proceso: empezaba a enamorarme. Se me metía debajo de la piel, por las orejas y los ojos, en el aire, en mi cabeza, en el pelo... De seguir así, al día siguiente lo vería de otra manera y me daría cuenta de que lo quería. Estaba empezando y no sabía cómo pararlo.
-¿Qué es lo que más te gusta de mi?-me dijo Mikel.
-Tus absurdas preguntas.-dije riendo.
-Ahora enserio, ¿qué es lo que más te gusta de mí?
-Que existes.

* * *
Siento el retraso, pero aquí lo tenéis. Espero que os guste.
Ah, si alguien no sabe cómo soy que busque la palabra "cursi" en el diccionario, sale mi foto.

sábado, 5 de mayo de 2012

Falta de tiempo...


Hola a todas!!
Como sabéis, el siguiente capitulo me toca a mi, pero no tengo nada de tiempo (deberes, trabajos, examenes, libros de clase...). Hablé con Valery y le dije que me saltaran, que hiciera ella el siguiente capitulo y así la historia no se estancaría, pero resulta que las tres estamos igual (hasta arriba de deberes y examenes). Esta entrada es solo para deciros que hasta el sábado 12 de mayo (este sábado) no podré subir capitulo. 
Lo siento mucho, pero no puedo permitirme suspender ninguna este trimestre ya que este año (estoy en 4ºESO) tengo que salir con todas aprobadas con buena nota para encontrar un buen instituto.
Muchos besos y gracias por todo.
Att: Laila.

martes, 24 de abril de 2012

Capítulo 8: "Pasado, nunca pisado".


Kate.

Corrí. Corrí demasiado y no giré mi cabeza para ver si me seguía. Todo estaba demasiado borroso, y mis lágrimas empañaban lo suficiente mis ojos para no saber dónde me encontraba. La noche ya estaba más que sentada sobre la ciudad, y yo me encontraba en un lugar del que no conocía nada. Todo me era extraño, nada familiar. Me acerqué a una esquina, lo suficiente separada del callejón en el que me encontraba, y me hundí entre mis brazos. No aguantaba más la situación en la que podía encontrarme. No soportaba ser diferente al resto de personas, al igual que tampoco soportaba la situación de sentirme sola. Quería llamar a Natalia, a Grace, o ¿Por qué no? Decirles que vinieran a por mí. Quería estar con ellas y que me hicieran sonreír como a menudo solían hacerlo. Necesitaba que me abrazaban y me tranquilizaran, y que una vez más borraran mi pasado. Mis lágrimas, y mis dolores de cabeza repentinos.
Pero, por alguna razón, no lo hice. No saqué el móvil, ni miré la hora en la que estábamos. No hice ningún amago de decir algo en esa noche tan oscura, ni recurrir a las personas que en esos momentos formaban mi vida. Me hundí sola, sin nadie. No quería que descubrieran a esta Kate, no podía hacerlo. Me gustaba que mis amigas me recordaran con una sonrisa, con algo divertido en la boca. Me gustaba hacerlas reír como la que más, y mancharme y mancharlas de helado. Me gustaba pasar las tardes junto a ellas en el mismo banco, y hablar hasta que se pasaban más de las nueve y nuestros padres nos castigaban. Desde que había llegado nueva a ese instituto, me habían acogido como una más, sin importarles mi pasado. Mirando más allá de mi fachada. Observando y descubriendo mi interior sin hacer preguntas, solo a base de sonrisas. No, no podía defraudarlas y mucho menos preocuparlas por lo que me estaba pasando en esos momentos. Ellas habían arriesgado tanto por mí, que me parecía egoísta cargarles los problemas. Esa no era la Kate que era ahora. Yo había cambiado, y no quería volver a mi pasado pasara lo que pasara. O quizás debía volver para arreglar lo que no tuve valorar a solucionar.
Levanté mi cara llena de lágrimas, y encontré una mano tendida delante de mí. Miré más arriba, y me encontré con unos ojos cálidos amarronados. Se agachó, y con los dedos limpió mi cara toda llena de pequeñas marcas de agua negra.
-¿Por qué lloras?-Me dijo-No creo que debas hacerlo.
-No sabes nada.-Contesté-No intentes descubrirlo, te lo advierto. Nadie lo sabe y tú no vas a ser el primero.
-¿Qué coño te pasa, Katherine?
-Olvídame.-Dije de mala gana.
-¿Quieres que te olvide?-Asentí-No te entiendo.
-Ni me entenderás.
-Como sigas así, me obligarás a llamar a tus amigas.
-No te lo cogerán sabiendo que eres tú.
-Sé que les has hablado de mí. ¿Quieres que lo comprobemos?
Le cogí la mano al vuelo.
-No lo hagas.
-¡Venga ya!-Dijo frustrado-Eres increíble. Increíblemente cabezona. ¿No ves que nos importas?
Silencio.
-Va Kate. No lo hagas por mí, hazlo por ellas. Llámalas, sé que te quieren tío. Van a dar mucho por ti. ¿Tienes problemas en casa, o algo?
-Ignórame Daniel.
-Vale, es eso. Tienes problemas. ¿Con tus padres?
Nuevamente silencio. ¿Padres? ¿Tenía yo de eso? Sí, por supuesto. Al otro lado del país. Disfrutando de una preciosa vacaciones hawaianas. Sol, playa. Bebidas y bebidas. Fiestas y fiestas. Adoraba a mis padres. Sí, por supuesto. Los adoraba tanto, que vivir sin ellos me partía el alma. Sé que no notaréis mi sarcasmo, sé de sobras que soy pésima en serlo, pero, me jodía que hicieran eso.
Daniel me interrumpió de mis pensamientos.
-Kate, ¿y tus padres?
-Fuera.
-¿Y la señora que vive contigo?
-Lárgate.
-¿Tú casa? ¿Por qué viniste nueva al instituto? ¿De dónde eres? ¿Quién eras? Espera, espera. ¿Quién eres?
-¡Vete!-Me levanté-Olvídate de mi como lo hacen todos. No soy nadie, ¿lo ves? No existo. No existo ni para ti, ni para mis padres. Soy invisible, ¿lo pillas? Invisible. Nadie sabe nada de mí, a nadie le importo. Mis amigas son mi vida, y lo único que me queda. ¿Crees que les voy a molestar llorando? No. Así que déjame sola. Piérdete y no vuelvas a por mí nunca más. Y cuándo te dije que te quería, mentía. Si no me quiero a mi misma, ¿cómo voy a querer a otro? Vete Daniel, por favor.
Volví apoyarme en la esquina de aquel lugar, y me hundí en mis propios brazos. Oí unos pasos que se alejaban, y una voz que tarareaba algo. Que murmuraba alguna que otra frase. Levanté la mirada, y lo vi. Y a pesar que lo odiara con todas mí fuerzas, que me intentara engañar para que creyera que me iba a dejar sola, y que por una vez en su vida me iba hacer caso, mentía. Porque junto con Grace y Natalia, era la persona que más me importaba en ese momento.

domingo, 22 de abril de 2012

Capítulo 7: "Más oscuridad"



Grace

No vuelvas…
Me desperté con un gran dolor de cuello. Abrí los ojos, confusa. ¿Qué había pasado? No recordaba nada. Me levanté, todavía confusa. Me había dormido encima del banco de la parada del autobús.
Una luz me cegó.
-Eh, ¿vas a subir o qué?-gritó una voz grave.
Era el autobús. Recogí mi bolso y subí a toda prisa. Me senté en uno de los asientos después de haber pagado, y me quedé mirando por la ventana.
¿Qué me pasaba últimamente?
No recordaba nada de lo que había pasado. ¿Cómo había llegado hasta allí? Exprimí mi cerebro en busca de una respuesta. ¿Qué era lo último que recordaba? Recordaba que había estado con Kate y con Natalia, tomando un helado. Eso es.
Cogí el móvil y llamé a Kate. No cogía. Hum. Sospechoso.
Entonces llamé a Natalia. Sí que cogió.
-¿Hola?-dijo, con una voz rota, como si hubiera estado llorando.
-Natalia, soy Grace. ¿Qué te pasa? ¿Estás bien?-pregunté, olvidándome el motivo por el cual había llamado.
-Ah, hola, Grace. No, no pasa nada. Da igual.-silencio.-Debería haberte hecho caso. Carlo es un auténtico idiota.
Suspiré.
-¿Qué te ha hecho el subnormal de mi primo?
-Es…es una tontería. Déjalo. Por cierto, ¿por qué me llamas a la una de la madrugada?-dijo Natalia.
-¿LA UNA DE LA MADRUGADA?
Miré mi reloj. Efectivamente, era la una de la madrugada. ¿Qué había pasado? Me estaba muriendo de miedo.
-Perdona por despertarte-me excusé-pero es que es importante.
-No te preocupes. Dime.
-Me acabo de despertar en el banco de la parada del bus. No recuerdo absolutamente nada de cómo he llegado hasta allí. Unos segundos después de despertar, vino el bus y me subí. Te hablo desde allí.
-¿CÓMO? ¿No recuerdas NADA?-exclamó-Un momento…algo sí que recuerdas, ¿no? ¡Dime que sí!
-Lo último que recuerdo es que estaba con vosotras, tomando un helado-dije, asustándome todavía más.
-Tienes que ir al hospital. No es normal. De hecho, el heladero tenía mala pinta…
-¿Insinúas que podría haberme drogado?-pregunté.
-¿Y por qué no? ¿Recuerdas haberte dado un golpe en la cabeza o algo? Espera. Me estoy vistiendo. Cojo el coche y te voy a buscar. ¿Dónde estás?
-Miré por la ventana. Estaba todo oscuro, no distinguía nada. Cogí las gafas de mi bolso y me las puse. En ese momento el bus paró en una parada, y pude distinguir el nombre de la calle.
-Estoy en la Calle del Ángel. ¿Me bajo?-pregunté.
-Sí, baja. Quédate allí quieta, no te vayas a ningún sitio, ¿me oyes?
-Vale. No te preocupes.
-Demasiado tarde, pero bueno. ¡Hasta ahora!
Y colgó.
Me bajé del autobús, pero pensaba que aquel plan no era del todo muy seguro.
Me senté en el banquito. A los diez minutos, apareció Natalia con el coche.
Abrí la puerta y me senté.
-No tienes carnet de conducir-le reproché.
-Ya lo sé.
-Como nos paren tendremos problemas.
-¿Más? Imposible.
Me encogí de hombros. Natalia era Natalia.
Me llevó a su casa, y no admitió ninguna réplica.
-¿No debería ir al hospital o algo?-pregunté en vano.
-Tienes razón, pero necesitas descansar.
-¿No puedo descansar en el hospital?
-¿Con todas las pruebas que te harán? No creo. No te dejarían ni pestañear.
Así las dos acabamos poniendo un colchón en el suelo de su habitación y me prestó un pijama.
-¿No debería llamar a mi madre?-dije de repente.
-Deberías, sí.
La llamé, y le expliqué qué había pasado, más o menos, pero me salté la pérdida de mi memoria. Ya le diría.
Y, al fin, nos fuimos a dormir.
Cuando al fin logré dormirme, soñé con oscuridad. Hacía tiempo que no soñaba con eso.
La oscuridad me envolvía, llegaba de todas partes. Invadía mi mente, mi corazón, mi alma. Yo corría para salvar mi vida, pero no podía. Quería gritar, pero no salía sonido alguno de mi garganta. Me desperté sobresaltada, toda sudada. Todavía era de noche, y Natalia dormía.

Dejé que mi respiración volviera a la normalidad, y volví a dormirme, cayendo en un sueño sin sueños.

jueves, 12 de abril de 2012

Capitulo 6: "Mentiras"


Natalia

Mi larga melena se revolvía a merced del viento y cada vez tenía un aspecto más desastroso. Los pies me dolían por los tacones, la minifalda se me subía con el mínimo movimiento que hacía y al rímel no le quedaba mucho tiempo de vida. En cualquier momento rompería a llorar. Carlo y yo habíamos quedado a las seis y eran las ocho y media. Dos horas y media de espera. En mi cabeza le estaba dando toda la razón a Grace; su primo era un imbécil. Y yo también lo era. ¿Por qué lo esperaba? ¿Por qué le hice caso a él y no a Grace? Una lágrima recorrió mi mejilla y cayó al césped. Poco a poco, le siguieron otras. Adiós rímel. Saqué el móvil con la esperanza de que hubiese un mensaje que justificara la tardanza de Carlo, algo con lo que pudiese pensar que no había pasado de mí; pero no había nada. Me levanté y empecé a caminar hacia casa.
-Espera Nat, espera. –dijo una voz a lo lejos. Me giré, lo vi y seguí caminando hacia casa. –¡Nat para!
Empecé a correr tanto como pude, pero pronto me alcanzó.
-Tiene una explicación.
-¿Explicación? ¡Dime cual es la explicación de que lleve dos horas y media esperándote!-dije gritando y llorando.
Él me miró con los ojos vidriosos y se quedó callado.
-¿Qué pasa? ¿Estabas enrollándote con otra y se te ha olvidado que estaba, como una estúpida, esperándote? Tenía que haber hecho caso a Grace, eres idiota.
Carlo seguía mirando el suelo, pero casi sin voz dijo:
-Mi madre ha tenido un accidente con el coche. Está en coma.
Instintivamente lo abracé y no lo solté durante un buen rato. Me di cuenta de que ese había sido nuestro primer abrazo. Había soñado con este momento miles de veces, pero nunca pensé que sería por eso.
-Lo siento mucho Carlo, he sido una imbécil.
-No importa.
-Y tranquilo, tu madre va a salir de esto.
-Gracias Nat, por entenderlo.
Le volví a abrazar, esta vez más fuerte que antes. Sentía que ahora teníamos algo más de confianza.
-Por cierto, esto es para ti. –dijo sacando una cajita azul. Dentro estaban los pendientes que vi el verano pasado con Kate y Grace.
-¡Son preciosos! ¿Cómo sabías que me gustaban?
-Tengo contactos… -dijo misterioso. Los dos rompimos a reír y nos quedamos mirándonos.
-Carlo, si lo prefieres, quedamos otro día.
-No, prefiero estar fuera de casa. Allí hay demasiados recuerdos.
-Entonces, cenemos. ¿Vale? –Carlo asintió con una gran sonrisa en la cara.
-Acaban de abrir un italiano por aquí, ¿te apetece?
-¡Claro!
De camino al restaurante hablamos sobre la relación de madre e hijo que tenían. Me contó que llevaban meses sin hablar y que todo empezó por Uri.
-¿Por Uri?
-Sí. Ese fin de semana iba a dormir a casa de Uri, pero a última hora unos amigos nos dijeron de ir a la discoteca. Uri insistió tanto en ir que después de cenar nos escapamos a escondidas. A la vuelta, un amigo nos dijo que si queríamos que nos llevara y nosotros aceptamos sin saber que iba borracho. A medio camino tuvimos un accidente. Uri se rompió un brazo, que luego sanó, pero yo me quedé ciego dos semanas. Mi madre peleó con la suya porque, según ella, la madre de Uri tenía la culpa de que yo estuviera así, ya que tendría que haber cuidado de nosotros. Enseguida nos impusieron el mismo castigo; Uri y yo no podíamos vernos. Aquel castigo no tenía sentido, así que ninguno de los dos hizo caso. A partir de ahí, hubieron muchas más peleas por tonterías. Ahora, ninguno habla con su madre. –tragó saliva y siguió hablando. –Por eso me duele haber estado así con ella. Porque en el peor de los casos, no podré decirle cuánto la quiero.
-Vas a poder decírselo mil veces, estate seguro.
Seguimos caminando hacía el restaurante cuando vimos a una chica correr en nuestra dirección y desaparecer por donde habíamos venido. Por un momento me pareció Kate, pero no le di importancia. Entramos en el restaurante y comimos.
-La cuenta, por favor. –dijo levantando la mano.
La noche había sido magnífica, cada vez me sentía más a gusto con él. Cada vez me gustaba más.
Después de unas pizzas deliciosas, salimos del italiano y me acompañó andando a casa. No sé cómo, pero acabamos con las frentes pegadas.
-¿Y por qué Grace dijo que yo era idiota? –dijo riendo con sus ojos clavados en los míos. Bajé un poco la mirada y lo vi, en el cuello. Un chupetón.
-Porque lo eres. –dije gritando. Eché a correr a la puerta y me encerré en casa. Lo último que quería era volver a verlo.

martes, 10 de abril de 2012

Capítulo 5: "Te quiero"


Kate.

La tarde con ellas, había sido espectacular en todas sus maneras. Aquel helado estaba buenísimo. Los trocitos de chocolate se mezclaban con los granos de coco, y hacían un sabor único, casi irrepetible. Me fui caminando hacia casa, recordando lo que pasó con Daniel la tarde pasada. Era demasiado evidente que la atracción sexual entre nosotros subía demasiado, pero también era evidente que nos odiamos con mucha más fuerza de la que nos queríamos. Éramos totalmente opuestos, sinceramente. Y pensar, sólo pensar, que podía llegar a estar locamente enamorada de él, me preocupaba bastante. Siempre había hecho lo que me había apetecido hacer, pero en esos momentos no me gustaba seguir haciendo lo que mi corazón decía. Era como volver a empezar de cero si me enamoraba. Era volver a construir muros rotos por él, y barreras para el mundo en general. No sabía si guiarme nuevamente por el corazón, como lo había hecho siempre, o por la razón como estaba aprendiendo hacer. Me gustaba ser totalmente transparente y hacer poco caso a mi cabeza, pero a veces me hacían mucho daño por ese simple hecho. ¿Y qué debía hacer? Poco en esos momentos. Me había pillado de tal manera, que era imposible despillarme. Me gustaba demasiado, y ya era adicta a él desde el instante en el que se topó conmigo.
-¿Qué me dirías si te pidiera una cena a solas?
-Qué depende.
-¿Más?-Se echó a reír-Hacia tiempo que no los oía.
-Lo sé.-Me giré y lo vi-Te diría que a lo mejor.
-¿Ya hemos cambiado?-Volvió a reírse-¿Qué tengo que hacer para convencerte?
-Pagar tú.
Sonrió.
-Demasiado lista Kat, demasiado lista.
-Créeme, a mí edad, no soy muy tonta. ¿Qué, entonces pagas?
-Por hoy, lo aceptaré.-Sonrió y pasó su brazo por mí hombro-¿Y qué has hecho hoy, preciosa?
-¿Qué eres, mi marido?
-En un futuro.-Dijo con media sonrisa en la boca-Venga, ¿qué has hecho?
-Comerme un súper helado de coco y chocolate, hablar con Natalia y Grace, y finalmente cenar contigo.
-¿Sabes lo que más me gusta de lo que has hecho hoy?-Negué con la cabeza-Qué lo último que vas hacer, va a ser a mí lado.
-Uy, que romántico.-Solté casi forzando la sonrisa.
-¿No te gustan pastelones?
-La verdad es que no suelen ser mi tipo, lo siento. Y si encima tienen tu cara…-Me dio un leve empujón.
-Ya te vale… encima de que invito…-Dijo sonriente.
-Va, va. Está bien. Me gustan un poco pastelones.
Rompimos a risas.
-En ese caso, ¿por qué no vamos a un italiano? Velas, aromas, pasta. Todo lo ideal para una cita perfecta.
Me quedé en Babia. ¿Cita? ¿Cita con el adjetivo perfecta? Imposible. Sí, realmente esto no era muy normal, siendo sincera. Ni él, ni yo. Ni el día, ni la noche. Ni siquiera el helado, ni la conversación con ellas. Ni la aparición y desaparición de un chico al que solo Grace había visto, ni el hecho de que Natalia se fuera a arriesgar tanto con Carlo. No, todo era demasiado imposible, y mi cabeza comenzaba a sospechar que vivía en un mundo que no era en mío. Que me había secuestrado, y que todo giraba en torno a un color rosa muy intenso. Tan intenso que nublaba mis pensamientos y mi vista. Estaba claro que ese no era mi mundo, mi vida, mi compañero de castigo ni mis amigas. Todo el instituto se había vuelto loco, todos nos habíamos vuelto locos. Y para colmo, de los colmos yo me había enamorado de un tío que me estaba agarrando de la mano. Espera, espera. ¿De la mano?
Lo miré amenazadora.
-¿Qué pasa?
-¿Qué haces?-Solté borde-Em, no. Voy a cenar pero solo a eso.-Se apartó un poco de mí.
-Vale, tranquila. Ha sido sin querer-¿Sin querer? Sin querer quemarás una casa, pero agarrarme de la mano no. Me separé más centímetros de él-Joder tía, ha sido sin querer en serio.
-No pasa nada, pero…
-¿No te gusta?-Me quedé parada-Es decir, ¿no te gusto?
-¿Por qué piensas que sí lo haces?-Seguí con mi absurda manera de ser una borde-¡No me gustas!
-Pensaba que…
-¡Pues no pienses! ¿Te lo deletreo?
-No hace falta que te pongas así, Kate. Es que a mí…
-¿A ti qué? También dirás que me vas a besar sin querer. ¡Venga ya!
-Sí, ¿y qué? Llevas picada desde que nos conocemos. Sabes que nos morimos por estar juntos, ¿y tú? ¿Tú qué haces? Huirme. Me huyes y me canso. Me gustas Kate. Sí, en grande. En rojo, subrayado. Me gustas. Y no tengo que agarrarte la mano, ni besarte como tú dices, para que lo veas. Porque me llevas gustando desde que te conocí.
Lo miré a los ojos.
-Y tú a mí.
Silencio. Un silencio largo, incómodo. Daniel esbozó una pequeña sonrisa, y se acercó a mí nuevamente. Me quedé en blanco, más de lo que estaba. Me miré de arriba abajo y vi como mi cuerpo temblaba como nunca antes lo había hecho. Di dos pasos más hacia atrás, y clavé mis ojos en los suyos.
-Te quiero.
Y así, de esa estúpida manera, salí corriendo hacia mi casa. Sin pausa y con prisas. Sin mirar en ningún momento hacia atrás. Pero aún, sin haberlo hecho, sabía que había sonreído. Y que en el fondo él sentía exactamente lo mismo.